(Sexta
Entrega)
Desde
entonces,
cada tarde salgo al jardín a observar la realidad que mi mente y mis
sentidos quieran ofrecerme y, a veces, puedo contemplar un espectáculo que se repite de manera cíclica.
Sucede
que la tristeza y la nostalgia inundan el mundo entero. Y cuando se pone el sol, soy testigo del amargo adiós de aquel amante de metálico exoesqueleto.
Escarabajo I. PALOMO |
De
la afortunada pareja cuya imagen me atormentó aquella tarde de otoño, sólo queda en el jardín el más pequeño de los dos. Lloroso, a la orilla del
estanque, repite una metálica letanía de duelo y pérdida. Con el
adiós disconforme de quién no entiende qué pasó.
Puede
que con alguna puesta de sol me siente a su lado. Puede que roce un poco sus
alas y muestre una comprensión fácil de imaginar. Puede que me
aleje y le espíe en la distancia, con la dulce aquiescencia de quien
ya no sufre su congoja. O puede, simplemente, que no vuelva nunca más a
mirar, por temor a que se aflijan mis ojos.
[¿CONTINUARÁ?]
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